viernes, 12 de noviembre de 2010

Entrevista con Marcos Carnevale



“Nadie te pone un chumbo en la
cabeza para que veas Showmatch”

El director de Anita habló de todo: la repercusión que tuvo su largometraje en los espectadores, su relación con el éxito, la pantalla chica argentina y, además, opinó sobre el fenómeno televisivo del programa de Marcelo Tinelli.

POR SEBASTIAN OVIEDO
“Agachate pichón, así empezamos la nota”, le dijo Marcos Carnevale a uno de los periodistas que estaban por entrevistarlo. Debido a que eran muchos en la sala, y al no haber sillas para todos los presentes, el director de Elsa & Fred solicitó ese extraño pedido: necesitaba una referencia para mirar a los ojos.
“¿Me vas a grabar en tres cuartos, así de perfil?”, le preguntó Carnevale al camarógrafo que tenía la orden de registrar la charla. Como gran hombre del cine él sabía de qué se trataba todo esto. “Empecemos, dale”, soltó el director al recibir la respuesta afirmativa, en forma de un tímido pulgar levantado. La cinta empezó a correr.
En Anita tratás varios temas complejos: el atentado a la AMIA, la comunidad china y el manejo con chicos con capacidades diferentes. ¿Te pusiste algún freno con esto? ¿Te cuidaste de alguna manera en especial?
Sí. No quería caer en el lugar común de todas las películas que tratan temas complejos, como los chicos con discapacidad. Cuando uno se pone a escribir un guión, lo más probable es que se le ocurra que el protagonista caiga en manos de prostitutas, que lo violen o le pase algo trágico. Esos son lugares de tentación para muchos directores. Yo me dije “eso no”. Quería proteger a Alejandra (protagonista de la película). Además, siempre me pongo un límite: no generar escenas violentas para captar la atención del espectador.
¿No quisiste abusar del golpe bajo?
No, ese no es mi estilo. Además, la película ya tenía un golpe bajo como es el atentado a la AMIA. Y con respecto a los temas álgidos que hay en el film, tengo una mirada integradora. No me paró desde la homosexualidad, la discapacidad, las diferencias religiosas para contarlas. A mí me interesa más denunciar a la gente intolerante.
Mientras la cámara hacía un recorrido seguido de un acercamiento para tomar el perfil de Alejandra Manso, protagonista de Anita, quien acompañaba al director, Marcos seguía respondiendo.
¿Qué significa el éxito para vos?
El éxito de una película se basa en la cantidad de gente que la mira. Pero no crean que valoro más el número que la calidad del producto. No. Que al film lo vean muchos espectadores significa que hay un “boca a boca”. Implica que el que la vio primero se la recomendó al segundo. Y te repito: el éxito es que te vea mucha gente. Que te aplaudan de verdad.
¿Te gusta la televisión actual?
Mirá, he visto la tele de muchos lados. Y en Europa, por ejemplo, la televisión abierta es una porquería. Sobre todo las ficciones. El público de allá consume productos muy básicos. Y acá en la Argentina hay una audiencia más inteligente, más formada. Después hay productos buenos, malos y regulares, pero no hay que demonizar a nadie. Cada uno ve lo que quiere.
Pero a veces es difícil ver otras cosas cuando te muestren siempre lo mismo, como Showmatch.
Pero a Showmatch lo ves en El Trece y en los demás canales de aire. Si no te gusta, poné Discovery Chanel, HBO o el History. Pero no demonicemos a la gente que ve a Tinelli. El público busca entretenimiento. Showmatch no pretende ser Encuentro. Divierte, no juzguemos como lo hace. Además. Nadie te pone un chumbo en la cabeza para que lo veas.
La charla se terminó. Entre el sonido del trípode de la cámara, que se estaba cerrando, y los calambres en las piernas de los periodistas, por estar en cuclillas, quedaba tiempo para otra pregunta, pero no para otra respuesta. “De la Ley de Medios no quiero hablar. Es un tema complejo”, señaló Carnevale.

Más allá de la imagen
Nació en 1963, en Córdoba. Marcos dio sus primeros pasos laborales como publicista hasta que fundó su primera productora: Millenium Cinema. Ahí la historia cambió. Con más de 10 películas en su haber, tanto como director como guionista, a Carnevale el calificativo de exitoso le queda bien. Sus largometrajes son reconocidos por los críticos y por los espectadores. Entre sus films más destacados están Elsa & Fred, Tocar el Cielo, Almejas y Mejillones y Anita. Detrás de su cara lánguida y sus ojos caídos hay un montón de premios. Con 21 Martín Fierro y 3 premios Clarín, la carrera televisiva del cordobés no pasa desapercibida. Los diálogos y escenas de Valientes, 099 Central y Soy Gitano fueron creación suya. ¿Qué le esperará en el futuro a Marcos Carnevale? “Voy a hacer una comedia en 2011… Una pavada”, dijo el director.

Discar 2010



Ayudando a ayudar

Como todos los años, la organización de Victoria Shocrón celebró su fiesta con fines solidarios. Actores, futbolistas, directores de cine y periodistas dieron el presente. La cita sirvió para recaudar fondos y para concientizar a la gente sobre la inclusión social de los chicos con capacidades diferentes.

POR SEBASTIAN OVIEDO
La mesa de los aperitivos todavía estaba cubierta por ese plástico que separa el querer comer del hambre. Faltaba un rato para que comenzara el evento. La multitud de periodistas se agolpaba en el “sectorcito” que le correspondía esperando la llegada de los invitados.
El que inauguró los escalones del Salguero Plaza fue Diego Peretti. El actor llegó primero (y se fue primero también), acompañado por su hija, y tuvo que soportar la avalancha de micrófonos y cámaras, que lo rodearon. El protagonista de Tiempo de Valientes, escueto en sus palabras, paso rápido por el hall de prensa, para luego quedarse en un costado, cerca de la mesa de snacks. “¿Tenés hambre?”, le preguntó el hombre de nariz prominente a su niña, que miraba con deseo la tabla de quesos. Al igual que este periodista.
Julieta Díaz llegó con un vestido blanco y una falda larga, negra. Su palabra era deseada: había que hacer cola para poder entrevistarla. “La idea de esta iniciativa es lograr que la fundación pueda agrandarse”, dijo la protagonista de Valientes. Además, señaló: “Ellos (por los trabajadores de DISCAR) realizan una labor de corazón, se esfuerzan mucho y lo hacen sin cobrar un solo peso”.
El slogan de DISCAR de este año fue “inclusión, un compromiso de todos”. A la pregunta de si alguna vez se había sentido excluida, la morocha de ojos verdes respondió: “En este ambiente siempre hay que pelearla. Muchas veces no importa lo que hagas, te sacan. Tengo amigos que quieren vivir de la actuación y no pueden”.
La charla con Julieta, grabador mediante, tomó otro rumbo.
¿Qué sensación te produce ver que Valientes esté otra vez en el aire?
Me pone muy contenta, muy feliz. La serie significo mucho para mí y la verdad que verla de nuevo en la pantalla me alegra. Además, se que la novela está ganando la franja horaria, pese a ser un repetición. Está bueno por la gente, que sigue respondiendo.
¿Cómo ves a la ficción hoy en día?
La veo bien. Me gustan las ficciones que pasan Canal 7 y las nuevas de Telefé. Es una pena que el 9 no tenga producción nacional. Igualmente, hoy no se ve la misma cantidad de series que se veían antes. En otra época, todos los canales tenían 3 0 4 telenovelas o unitarios. Espero que con la nueva Ley de Medios se pueda revertir esta situación.
Las caras de los personajes conocidos se veían por doquier. Alejandro Awada, Carolina Pereletti, Alejandra Darín y Ronnie Arias, conductor del evento, llegaron al mismo tiempo. Los futbolistas Mariano Pavone y Matías Martínez, también dijeron presente. Pero, mientras los flashes de las cámaras se iban con Adrián Suar y Pablo Codevilla, quienes no dieron notas a ningún medio, este periodista se lanzó sobre Raúl Taibo.
“Este es el segundo año en el que vengo a ayudar”, señaló el protagonista de Malparida, y con respecto a su labor en la telenovela dijo: “Me vino bien a esta altura de mi carrera haberme encontrado con un proyecto así”.
Por otro lado, en referencia a la actualidad de la ficción argentina, afirmó que le gustaría ver “más espacio para los actores y directores”, pero a la vez señaló que “hay gente amiga, que forma parte de la industria, que piensa crear el Instituto de la ficción” para conseguir el lugar deseado en la pantalla. Además, el hombre de bigotes marcó que con la nueva Ley de Medios “se va a lograr que no haya más organizaciones o fundaciones que tengan que buscar esto en la televisión”, y cerró: “Creo que va a haber más pluralidad y diversidad con la norma”.
La cena show que daba comienzo a la ceremonia arrancó con varios minutos de retraso. Los periodistas no estaban invitados a subir al segundo piso. Mientras los mozos del sector de prensa les servían champagne con helado de limón a los periodistas, Pavone bajaba a acompañar a su mujer al baño, Guillermo López se hacía el galán ante un par de promotoras y Nicolás Cabré fumaba un cigarrillo junto a Miguel Ángel Rodríguez ... Y la mesa de aperitivos ya estaba vacía.

viernes, 22 de octubre de 2010

Crónica: visita de Marcos Carnevale



ATENEO EN EL INSTITUTO SUPERIOR

Carnevale regaló su talento

El director presentó su película “Anita” ante los alumnos de
psicopedagogía y Comunicación Social. Habló sobre la
repercusión que tuvo el film en la gente y de cómo fue armar
una historia con temas complejos: la comunidad judía y china,
los chicos con capacidades diferentes y el atentado a la AMIA.

POR SEBASTIAN OVIEDO
Más de 100 personas lo esperaban. Al bajar por las escaleras del auditorio, a Marcos Carnevale lo aguardaba una sala llena. Todas las carreras del Instituto Superior Nuestra Señora de la Paz estaban presentes para la charla que el guionista de Valientes iba a dar sobre su última película como director: "Anita".
Cuando las imágenes del detrás de escena de "Anita" comenzaron a proyectarse a sus espaldas, a Marcos Carnevale se lo veía sereno y calmo, con la seguridad de haber hecho un gran trabajo. “La película sobrepasó mis expectativas”, dijo el director de cine, que agregó sobre el film: “Nunca imaginé que iba a alcanzar tanta repercusión”.
“Tuve miedo de hacer la película”, declaró Carnevale cuando le preguntaron cómo hizo para crear una historia basada en el atentado a la AMIA. “No creía que era el indicado para hacerla ya que no era judío”, señaló. Sin embargo, pese a esta idea que él tenía sobre sí mismo, destacó “la aceptación y la confianza” que le dieron desde la embajada de Israel y el “apoyo de toda la comunidad”.
Sus miedos acerca del tratamiento que se le puede dar a ciertos temas, reflejados en el film, salieron una vez más a flote cuando le preguntaron cómo fue trabajar con una chica con síndrome de down. “Tenía temores, pero gracias a la ayuda de Victoria Shocrón y de la Fundación Discar, se pudo llevar adelante”, afirmó el cineasta.
Sentada a la derecha de Marcos estaba la estrella de la película, Alejandra Manso, que se llevó todas las miradas de las alumnas de psicopedagogía. “Me sentí muy cómoda trabajando”, señaló. Y además, dijo que la única diferencia que había entre el personaje que interpretó y su realidad era que Anita se perdía, pero ella, no.
Después de que Alejandra pidió permiso para ir al baño, los flashes de las cámaras de fotos inundaron la cara del realizador de "Elsa y Fred". Mientras el último haz de luz salía, Carnevale disparó: “Mi próxima película va a ser un pavada”. Las risas del auditorio sonaron. Y cuando le preguntaron si podía adelantar algo del guión, dijo: “Va a ser una comedia con Graciela Borges... Una pavada”.
Volviendo a su último largometraje y a las dificultades que se le presentaron durante la filmación, Carnevale afirmó: “La escena más difícil de hacer fue la de Anita comiendo con la familia china. La orden era que hablaran y discutieran, pero no entendíamos nada”. Una vez más, el auditorio se rió. Otra de las tomas que le trajeron problemas al director fue la de la explosión de la AMIA, en la que se ve a Anita de espaldas, dentro de un local. “Le pusimos una sabana en la cintura para que se acordara cuando tenía que tirarse al piso”. Y Marcos remató la anécdota con un chiste: “Les dije a los encargados que tiraran a la cuenta de 5, pero la hicieron a la de 3. Anita salió volando de la imagen”. Por tercera vez, la sala se inundaba de risas.
“¿Podemos ver el tráiler?”, preguntó Marcos. Uno de los directivos de la institución le respondió: “Si, al final lo vamos a pasar”. “Y por qué no ahora, así ven la escena que les digo”, indicó Carnevale. El clip de Anita empezó a proyectarse. Los deseos del director fueron órdenes. La imagen a la que él hacía alusión fue vista. El guionista de "Tratame bien" tenía una sonrisa amplia.

La gente seguía arribando al auditorio. La charla llegaba a su fin, pero igualmente los asientos y la escalera no daban abasto. El sonido de las palmas de todos los presentes despidió a Marcos Carnevale, un director con mayúsculas.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Trabajo publicado


ENTREVISTA CON SERGIO LAPEGÜE

Se prende y no se apaga

El conductor de radio y televisión abrió las puertas de su estudio
en “LA 100”. Habló de la repercusión que tiene su programa
nocturno en TN. Defendió al grupo Clarín de los ataques
del Gobierno y contó su “extraña” relación con los medios.

POR SEBASTIAN OVIEDO
“Con este mismo grabador empecé a trabajar yo”. El que habla es Sergio Lapegüe, que por un momento se sorprende al ver el Panasonic Recording antiguo y achacado por el paso del tiempo. El que escucha es este periodista, que se impacta cuando el conductor lo deja pasar a su estudio de radio, desde donde, todas las tardes, se transmite “Atardecer de un día agitado”.
“Disculpame negro, vos sabés como es esto”, dice Lapegüe, por tener que interrumpir la entrevista en pleno desarrollo. El grabador se apaga. La producción del programa le comunica que tiene un llamado al aire de una señora de algún pueblito perdido del país, que no se alcanza a escuchar. El grabador se prende…
“Perdoname de nuevo, le estoy enseñando historia a mi nene”. Otra vez se apaga… El fanatismo de Sergio por Elvis, hizo que le ponga a su hijo el mismo nombre que el ícono del rock mundial. Una foto trucada, pegada en la pared del estudio, muestra la cara del conductor de TN pegada al cuerpo del astro de la música. Y el grabador se prende…
“Kirchner le dijo a Magnetto que quería estar 30 años en el poder. Si esto se daba, lo convertía en el hombre más rico de América”, suelta Sergio, quien segundos antes le estaba indicando a su hijo las disposiciones de los poderes en el país. Además, señaló: “La confrontación entre Clarín y el Gobierno nos tiene que entristecer a todos”.
Mientras el Rifle Varela, compañero de radio y de vida del periodista de anteojos, navega por internet, Lapegüe dispara: “El Gobierno busca adueñarse de la mayor cantidad posible de medios para poder controlar la opinión”. Y sobre el adjetivo que se le asocia a la empresa para la que él trabaja, cada vez que la nombran desde Casa Rosada, el conductor de “Prende y apaga” contesta: “Hay 13 diarios en Capital Federal, 1 es Clarín ¿cuál es el monopolio? Si hay 5 canales de noticias, 1 es TN ¿cuál es el monopolio? Si hay 5 canales de aire, 1 es Canal 13 ¿cuál es el monopolio? Es un mentira lo que dicen”. Para reafirmar su postura, Sergio suelta una frase histórica: “Miente, miente, que algo queda”. La cita pertenecía a Joseph Goebbels, quién era ministro de Propaganda del régimen nazi… El grabador seguía prendido.
La entrevista toma otro rumbo. “No escucho radio. Tampoco miro televisión”, cuenta Sergio. Pero enseguida se ataja: “A lo mejor estoy equivocado, no lo sé”. Está “rara” posición del periodista para con los medios, contrasta con su constante exposición. El fanático de Elvis tiene su programa de radio, conduce TN Central a las 21 y, además, es el responsable de que la gente encienda y apague sus veladores a la medianoche, por el mismo canal, en el “Prende y apaga”. “La idea es que sea algo federal”, remarca Lapegüe.
El flash de una cámara digital aparece para retratar la charla, la luz sale de las manos de una de las productoras del envío, quien minutos antes había sufrido los “reproches” de su jefe. “A ver si te ponés a trabajar de una vez”, le reclamó en broma Sergio. El grabador seguía prendido…
“Yo trato de hacer un programa buena onda”, dice Lapegüe. Y, al mismo tiempo, hace memoria. Recuerda cuando, dentro de su show, se mostró una bandera que flameaba entre la gente con la frase “TN golpista”. “Me sorprendió y me dolió. Este canal (por TN) se creó en 1993 y desde el 83 estamos en democracia. ¿Dónde está el golpe?”. Pero dejando de lado esos tragos amargos, el ex manager de la banda “Los Valiants” señala: “Nunca me imaginé que el Prende y apaga iba a alcanzar tanta repercusión. Somos el único segmento de la señal que no pasa noticias, es increíble”.
Dentro de la gama de personajes y criaturas que aparecen en el “Prende y apaga”, hay de todo y de todos los lugares del país: el conejo, spiderman, el pastelero de Salta… y el pingüino. “¡Ojo con ese!”, se escucha una voz de fondo. Luego de las risas del momento, Lapegüe dice: “Mientras sea con buena onda, me parece bárbaro”.
Una última foto congela la imagen del entrevistador y el entrevistado. Al cruzar la puerta de la radio, las luces se encienden y se apagan una y otra vez “esperando una señal”. Y el grabador….

viernes, 3 de septiembre de 2010

Trabajo en progreso



Entrevista con Sergio Lapegüe

El 23 de marzo, los alumnos de 2º y 3º año de la carrera de Comunicación Social fueron a las instalaciones de Radio Mitre-La 100 para observar el programa de Marcelo Zlotogwiazda, “La otra pata”. Mientras el envío salía al aire, uno de los estudiantes, Sebastián Oviedo, decidió salir a caminar por los pasillos de la emisora. Fue ahí donde se encontró a Sergio Lapegüe, que accedió a una entrevista en la que contó de todo: su extraño rechazo a los medios de comunicación, su postura en el conflicto entre el Gobierno y Clarín y la llegada que su “show” televisivo, titulado "Prende y apaga" tiene en la gente…
Todo esto, narrado desde su lugar de trabajo: en pleno estudio de transmisión y con el grabador arriba de la mesa, al lado de su micrófono.
“No miro televisión. Tampoco escucho radio”; “El gobierno quiere apoderarse de los medios para controlar la opinión”; “En la Capital hay trece diarios, uno es Clarín ¿Dónde está el monopolio?”

En poco tiempo más, la nota y la entrevista completa...

miércoles, 23 de junio de 2010

Mundial y mucho más


Un Milagro argentino en Polokwane
Por Ezequiel Fernández Moores
Publicado en el diario La Nación del 23 de junio de 2010

POLOKWANE.-"Lo malo de las victorias es que no son definitivas. Lo bueno de las derrotas es que tampoco son definitivas". La frase pertenece al escritor portugués José Saramago, fallecido en estos días mundialistas, como Jorge Luis Borges, que murió en pleno México 86. El ex crack portugués Luis Figo cuenta que la frase de Saramago le sirvió mucho durante su carrera. ¿Le sirve hoy a la Argentina de Diego Maradona? Las victorias en primera rueda de Sudáfrica 2010, es cierto, seguirán sin ser definitivas. Las derrotas sí. Una derrota, de ahora en más, obligará volver a casa. De poco importará lo bueno que se pueda haber hecho contra Nigeria, Corea y Grecia.
La selección portuguesa de Cristiano Ronaldo homenajeó a Saramago jugando el lunes con brazalete negro. Aplastó 7-0 a Corea del Norte, la única selección del Mundial que viene de un país comunista. Saramago era comunista, pero demócrata. Tal vez sonrió con una vieja ironía de Jean Luc Godard. El cineasta francés dijo una vez que el comunismo sólo existió en dos tiempos de cuarenta y cinco minutos. Cuando la maravillosa orquesta húngara de Ferenc Puskas dio una lección de fútbol colectivo a Inglaterra. Fue en Wembley 1953. Irrepetible en Sudáfrica 2010, donde sobran equipos y faltan jugadores. Lo que llega a Sudáfrica son sólo los restos que dejan los clubes. No deja siquiera lugar para los milagros. Cuentan que una tarde, en el Estadio da Luz, Saramago, que era ateo, se asombró al ver que muchos a su alrededor se persignaban o miraban rogando al cielo. "Yo también espero todos los días una señal de Dios. Una lástima que no la encuentro". México, próximo rival de Argentina, también lloró en pleno Mundial de Sudáfrica la muerte de uno de sus mejores escritores, Carlos Monsiváis. Una vez, cuenta su compatriota Juan Villoro, a Monsiváis le preguntaron sobre la "atávica incapacidad" del fútbol mexicano de "solventar la pena máxima", una posibilidad que bien podría suceder este domingo en el Soccer City. Monsiváis, creyendo que le preguntaban por los problemas en las cárceles, respondió: "Hay demasiado hacinamiento y eso provoca motines".
Monsiváis odiaba el fútbol, igual que Borges, que dio una conferencia en el Teatro San Martín en el momento en que comenzaba el Mundial 78. "Juan Villoro ha dicho que Dios es una pelota. En este caso específico -decia Monsiváis- soy ateo". Villoro, efectivamente, escribió un libro formidable llamado "Dios es redondo". Con el argentino Martín Caparrós, autor de "Boquita", escriben estos días en la página web de Letras Vivas un blog sobre el Mundial. El intercambio sube de temperatura ahora que la Argentina y México volverán a enfrentarse, igual que en Alemania 2006. "La diosa Fortuna -me dice Villoro desde el DF- fue cruel y sitió el partido de Argentina después de nuestra derrota. Fue como ver al verdugo afilar sus armas. Creo que no hay nada qué hacer. Nuestros mejores apoyos son la Virgen de Guadalupe o un psicoanálisis lacaniano exprés para vencer el complejo de enfrentar a una Argentina claramente superior. Eso sí, caeremos jugando bien y con frases célebres de los cronistas". Villoro me cuenta que siguió la jornada mundialista en su casa, "oyendo a los gritones de la televisión nacional". Tiene vecinos uruguayos. "No nos une el amor -me dice- sino el espanto... de enfrentar a la Argentina". En su casa de Montevideo, Eduardo Galeano, autor de "Fútbol a sol y sombra", colgó en la puerta un cartel que dice "CERRADO POR FUTBOL". "No lo descolgaré hasta el último minuto del último día. Helena (su esposa) y yo vimos TODOS los partidos. Ella es atea de nacimiento, pero yo tuve infancia muy católica, y algo de eso queda", me cuenta antes del partido contra México. Caparrós siguió el triunfo de la Argentina ante Grecia en el mejor hotel de Arúa, que tiene diez habitaciones, a 15 dólares la cama y carece de luz desde la medianoche. Arúa es un pueblo de Uganda, en la frontera con Sudán y el Congo. Pantalla gigante, seis mesas de plástico y cuatro acompañantes mudos. Tal vez fue mejor así. En el Ellis Park, cuando hace unos días Corea del Sur amagaba con el empate y todos sufríamos, un hincha argentino lo reconoció y le preguntó: "¿Caparrós, usted cree que si Argentina gana el Mundial el gobierno aprovechará para usarlo políticamente?"
Ya no existe chance de utilización política para los sudafricanos. Tampoco para África, que justo en el primer Mundial en su tierra juega peor que nunca. En su despedida a Saramago, la vicepresidenta de España, María Teresa Fernández de la Vega, dijo que el Nobel portugués "soñó una tierra libre, un mundo en el que los fuertes sean más justos y los justos más fuertes". El fútbol se parece a la vida. Tampoco tiene justicia. "En cada partido -dice Villoro- los futbolistas juegan a ser dioses y el árbitro a ser hombre. Ningún otro deporte tiene un sistema de justicia tan endeble, es decir tan parecido a la vida". Caparrós habla del fútbol, y más aún de los Mundiales, como su "espacio de salvajería feliz". Villoro se pregunta si "tiene caso que suspendamos la respiración, el matrimonio y el trabajo a favor de lo que pasa en la cancha y define al fútbol como una "vuelta a la infancia donde cada juego es eterno y no admite más reglas que su propia duración". ¿Cuál será, para nosotros, la duración de Sudáfrica 2010? " ¿Pasaremos los cuartos de final? ¿O nos pasará como en Alemania, otra vez el equipo más bonito de la primera fase, pero eliminados en cuartos de final, para que la Copa quede en manos de equipos supuestamente más "serios", como el Brasil de Dunga? ¿Será Sudáfrica 2010, como por momentos amaga, un Mundial "made in José Mourinho", sin ideología, puro pragmatismo?
"¿A quién le importa el Mundial?" La pregunta, que bien podrían haber hecho, si vivieran, Borges o Monsiváis, la hizo hace unos días en un festival de literatura en Inglaterra Nadine Gordiner, premio Nobel de Sudáfrica. Los asistentes estallaron en aplausos. Tampoco le interesa el Mundial a JM Coetzee, el otro premio Nobel sudafricano. Cuando escribió "Esperando a los bárbaros" Coetzee no lo hizo pensando en la FIFA o en los barras argentinos. Borges decía que "el fútbol es popular porque la estupidez es popular". Y agregaba: "El fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra". Murió ocho días antes de La Mano de Dios. Me di cuenta cuando vi su rostro en un televisor mudo del centro de prensa del Mundial de México. Como Bustos Domecq, seudónimo que compartió con Adolfo Bioy Casares, Borges, que prefería las riñas de gallos al fútbol, llegó a imaginarse en un cuento que ya no hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores. "¿Nunca lo llevo a maliciar que todo es patraña?" Se pregunta Galeano en su libro "En qué se parece el fútbol a Dios". Y responde: "En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales". Sudáfrica 2010 construyó estadios que no serán demolidos, pero que tal vez serán inútiles tras el Mundial. "¿Cómo se pueden construir estadios tan lujosos en medio de un océano de pobreza?", se preguntó Cissie Gool en un debate que intelectuales sudafricanos celebraron en mayo pasado. El de Polokwane, al menos, fue testigo anoche de la nueva hazaña de Palermo. El fútbol argentino precisa alimentarse de los mitos. Polokwane parecía anoche la Bombonera. Pero no tenemos mito mayor, se sabe, que el de Maradona. "Los que dudábamos de la condición divina de Maradona -escribió hace unos días el periodista John Carlin- nos estamos viendo obligados a cuestionar nuestro agnosticismo". Ateos, agnósticos y creyentes, intelectuales y simples hinchas, tal vez coincidan que, al menos en tiempos de Mundial, Palermo es un milagro argentino en Polokwane. Ojalá no sea el último.

viernes, 18 de junio de 2010

Día del Periodista II


Un día en la vida de un diario

Por Jorge Fernández Díaz
Pubicado en el diario La Nación el 7 de junio de 2006, con motivo del Día del periodista.

A esta hora, hay un periodista buscando una primicia. La busca por los oscuros pasillos de Comodoro Py. Sabe que el secretario de un juez tal vez le filtre hoy ese expediente secreto y sueña con llevarlo a la redacción y con ganarse un titular en la portada. Se llama Gabriel, es flaco como una astilla, y es también nuestro hombre en el Poder Judicial.
A esta misma hora, hay un periodista que bosteza. Se levantó muy temprano, llegó a la redacción vacía y se colocó frente a los diarios y a la computadora. Estuvo radiografiando las informaciones, midiendo nuestros aciertos y nuestros errores frente a la competencia. Está revisando ahora mismo los cables de las agencias noticiosas, escuchando las radios de la mañana y viendo la televisión. En dos horas, le pedirá a un ordenanza que toque un triángulo sonoro, encabezará la reunión de blanco y tomará nota de lo que cada editor le propone. Les pedirá, a su vez, que cubran de determinada forma cada acontecimiento, les sugerirá una foto, una columna, un dato estadístico. Se llama Claudio, y es nuestro jefe de noticias.
A esta hora, hay un editor que se apura. Debe llegar a tiempo a esa reunión, informar las novedades del día y contar cómo piensa cubrirlas. Luego tiene un almuerzo pendiente. Lo esperan dos políticos escondedores que intentarán manipularlo, pero el editor jugará un rato con ellos, los rodeará, arrojará al cesto los frutos falsos que le ofertan y les extirpará la verdad que ocultan entre plato y plato. Se llama Alejandro, y es el segundo jefe de Política.
Alrededor de las tres, hay una redactora en la calle. Marcha entre piqueteros enmascarados y toma nota de los estropicios. A diez cuadras, una colega toma café con un economista y ojea el superávit y la inflación en tres o cuatro planillas febriles. Una tercera redactora, veinte cuadras al Sur, en la Reserva Ecológica, intenta que una actriz sonría mientras posa en bikini para un reportaje de la revista dominical.
A las cinco, hay cien redactores tecleando silenciosamente las historias de este día. Sus editores diseñan las páginas y discuten los centímetros sobre el papel de pauta. Se lamentan porque nada entra, todo se pierde y porque hay que tomar decisiones dolorosas. Se edita con lo que se publica y también con lo que se desecha. El diario es como un monstruo gigantesco que se mueve y regurgita. Está tramando algo. Trama atrapar al lector de la mañana siguiente. Trama tomarlo de las solapas y conducirlo por imágenes y textos, historias, pesadillas y sueños. Trama despertarlo con sus mejores galas y desayunarlo con sorpresas, con reflexiones, con informaciones asombrosas, con tristes realidades, con emociones violentas.
A las seis, hay un grupo de periodistas que se reúne a puertas cerradas. Son veinte, entre editores y secretarios de redacción. La flor y nata. El secretario general, en el centro, les pide explicaciones. Cada uno va ofreciendo lo mejor que tiene. Es una competencia para tener un lugar en la tapa. Sus voces son formales y nerviosas, llegó el momento de la verdad. Una nueva vacuna contra el sida, una final de tenis, una suba en los precios de la soja, una frase destellante de un político, un espectáculo teatral que viene de afuera, un terremoto lejano, una revuelta política. Al final de la ronda se apagan las luces de la sala de blanco, el editor fotográfico enciende el proyector y los periodistas enmudecen para ver las cincuenta imágenes de la jornada. Esos veinte hombres y mujeres, entrenados en cientos de batallas y con las cicatrices que la profesión imprime invariablemente en el alma de cada uno, examinan entonces esas fotos sangrientas o curiosas o simplemente estúpidas que vienen de países lejanos y de rincones ocultos de la Argentina. La vuelta al mundo en cincuenta cuadros. No pasa un día sin que la muestra se salpique de sangre, cadáveres, humo y metralla. Los veteranos gruñen, o hacen alguna broma de cirujano, pero están obligados a dominar sus sentimientos y a olvidar de inmediato lo que han visto, puesto que la gran mayoría de esa cruda exposición resulta impublicable. Cerca de las siete de la tarde, las luces vuelven a encenderse y hay que dibujar la portada. Hay discusiones y voces superpuestas, marchas y contramarchas, y todos salen luego en busca de un café de máquina o de un cigarrillo apurado.
Avanza entonces la noche, como avanza un barco en la niebla.
Todos hablan a la vez en la redacción repleta. Algunos lo hacen por teléfono. Se escuchan frases sueltas, pedazos de vida:
"¿Puedo afirmar que le pedirán la renuncia?"
"Mamá, ¿podés pasar a buscar a la nena por el colegio? Tengo nota y otra vez voy a llegar tarde."
"Dale solamente dos columnas."
"Dicen que la ministra impulsa la baja de las tasas, ¿qué hay de cierto? A mí decime la verdad."
"¿Me venís con las expensas? Yo escribiendo el Watergate, ¿y vos me venís con las expensas?"
"¿Estás en Roma? Dejá todo y viajá a Siria."
"¿En qué quedamos: son dos o tres los muertos?"
"Apurate que nos come el león."
"¿Me manda una docena de facturas y media de churros? ¿Trabajan con tickets?"
"No entendiste la nota. Cambiá el foco. Tenés diez minutos, baby. O nos lleva el tren."
"¿Podemos afirmar esto sin que nos quemen vivos?"
"Andate a casa". "No me voy porque en casa me aburro."
"Faltan fuentes, faltan fuentes. Llamá al Gobierno y a la Corte. ¡Despertá a quién sea!"
"Ese título no entra. ¡Dios! No entra nada."
"Nos comió el león. ¡Nos comió!"
A las nueve, hay un redactor que traspira. Tiene su nota abierta y busca confirmar un dato. Su situación es desesperante. Corre contra el reloj del cierre y de la vida. Es un dato pequeño, pero si falla en ese dato la noticia entera se viene abajo como un castillo de naipes. Se arrastra por ese dato chiquito y, cuando lo consigue, respira. Lo hace con alivio, sin triunfalismos. Sabiendo que cada día todo vuelve a empezar.
A las diez, hay siete locos alrededor de una página. Es la portada del diario, y cada error puede ser una puñalada. Se discuten las fuentes, los tonos, los tamaños, los colores, las palabras, los matices, los verbos, las fotos, las grafías, las ideologías, las frivolidades. Se discute todo mientras se va armando como un rompecabezas. Están llegando ya las otras páginas compuestas, y cada secretario se ha vuelto un detector de errores, un sabueso impiadoso que duda de todo, que da vuelta páginas, notas y títulos, que exaspera a redactores, correctores y diseñadores de planta.
A las once quedan unos pocos náufragos a los que el agua les ha llegado al cuello. Nadan contra la corriente final, que a veces es como nadar vestido de frac en el mar abierto. Hay miradas nerviosas. "Vamos, vamos. ¿Se acaba? ¿Se acabó? ¡Se acabó!"
Son las doce, hay un periodista de guardia. Está sólo en la redacción sucia. La redacción parece, a esa hora, una cancha de fútbol después de un clásico. Hay papeles por el piso y recortes de diarios por todos lados, y un silencio nuevo, como de muerte. Todo está vacío, menos ese periodista que revisa los cables y le ruega a Dios que no pase nada. Porque si pasa algo, si hay una toma de rehenes, o regresa el tsunami, va a tener que levantarse y hacer una segunda edición, o parar las rotativas.
-Sueño con gritar alguna vez: ¡Paren las rotativas! -le dice un joven cronista que trabaja en la edición online.
-Vos dejá de soñar, que los gastos los pago yo, nene -le responde el guardián, que juega al solitario con las imágenes de Crónica TV y con los últimos despachos de Reuters. Y que tiene más cicatrices que el capitán Ahab.
Cuando faltan sesenta mil ejemplares, es decir, cuando ya no puede pararse la máquina y todo está jugado y perdido, el veterano guardián levanta campamento y vuelve a casa.
Un ordenanza entra entonces en el templo y apaga por primera vez la luz. No se sabe qué pasa en una redacción a oscuras. No tenemos testigos presenciales, ni buenas fuentes que nos aseguren que las redacciones se queden realmente ciegas, sordas y mudas alguna vez. Quienes hemos vivido tantos años en ellas, conjeturamos que siguen escuchándose, cuando no podemos oírlas, las voces de los creyentes y la de los escépticos, las discusiones en caliente, los gritos del cierre y los teclados ávidos. Pero no podemos probarlo. Y lo que no puede probarse, no se publica.

viernes, 11 de junio de 2010

Crónica


ANIBAL FERNANDEZ CON ESTUDIANTES

El contestador

El jefe de Gabinete dio una conferencia y habló de todo. Defendió al Gobierno, criticó a la oposición, contó cómo es su relación con el matrimonio presidencial y sostuvo los DNU.

POR SEBASTIAN OVIEDO
Tranquilo, sereno y con buen humor. Así se presentó el Jefe de Gabinete de Ministros, Aníbal Fernández, ante la tropa de estudiantes de periodismo y ciencias políticas de la Universidad de Palermo, en donde brindó una conferencia de prensa, dentro del marco del “Ciclo de reportajes” que lleva a cabo la institución mes a mes. Acompañado solamente por su sombra, sin guardaespaldas, Fernández se sentó a la par del decano de comunicación, Oscar Echavarría, quien lo interpeló, como si fuera un senador opositor, durante 30 minutos. En esa introducción que mantuvo en vilo al aula magna de la universidad, el ministro dejó sentada su postura ideológica: “Siempre fui peronista. Si en mi casa no lo eras, te tenías que ir”. La primera de las preguntas, por parte de los estudiantes, se refirió a los proyectos que tiene pensado implementar el Gobierno acerca de la trata de mujeres. Fue entonces que el Jefe de Gabinete contó una historia que dejó pasmada a la audiencia. “Me acuerdo de un allanamiento que hicimos en un prostíbulo del interior del país. Una de las mujeres que estaba cautiva nos contó que la obligaron a abortar, le sacaron el feto y lo enterraron. La policía fue y lo encontró”, dijo Fernández. “¿Cómo conoció a Kirchner?”, se escuchó decir desde el fondo del auditorio. “Lo conocí en la campaña para presidente. Porque el que iba ser el candidato en 2003 era De la Sota. Al ver que las mediciones no le daban bien, Kirchner me llama y me pregunta: ¿Querés trabajar para nosotros? Ahí me tome un avión a Santa Cruz y nuca más me bajé, ja”, contó Aníbal. Despotricando contra la oposición y especialmente por Julio Cobos, el ministro comparó al Vicepresidente con el ex dirigente peronista Augusto Vandor: “Él (Vandor) quiso hacer un peronismo sin Perón y así le fue. Traicionaba a dos puntas, el General se lo decía siempre. Cobos es igual, el que traiciona una vez lo va a seguir haciendo”, señaló. Las horas pasaban y el Decano Echavarría tenía que pedirle al ministro que “no se extienda demasiado con las repuestas. Hay mucha gente que quiere preguntar”. Pero Fernández no hacía caso, ante cada cuestionamiento su dialéctica salía al cruce, más aún, cuando le preguntaron sobre el Grupo Clarín y la extensión de las licencias que él mismo firmó cuando las licencias caducaban. “No podíamos no extenderlas”, aseguró. Además, Aníbal respondió acerca de la fusión entre Cablevisión y Multicanal: “Fue un error”, dijo. El tema de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) salió a la cancha. “Los medios mienten con eso. La presidenta sólo sacó 8 DNU y no 10 como se dice. La firma de los decretos siempre fue para satisfacer las necesidades del pueblo argentino”, concluyó Fernández. El funcionario se despidió de la conferencia con frases como: “Yo no soy progre. Los Kirchner son más progresistas que yo”; o “No tengo ninguna autocritica que hacer con respecto al Gobierno”. Cuando Aníbal dijo la última palabra el Decano tomó el micrófono, le agradeció al invitado y lanzó una pregunta a los presentes: “Después de escucharlo, ¿Alguien cambió su forma de pensar acerca del ministro?” Sólo tres manos se levantaron…Rápido para responder, rápido para salir. Fernández se escabulló por los pasillos de la Universidad, no sin antes sacarse fotos con todo aquel que se lo solicitara. Mientras los flashes todavía resplandecían y los murmullos de la sala se iban apagando, el jefe de Gabinete se fue de la institución mostrando una risa por debajo de su bigote y deteniéndose ante las cámaras de Canal 7 y Canal 26. Antes de subirse a su auto blanco tuvo tiempo hasta para responderle un par de preguntas a quien escribe. “Voy a ser el próximo Vicepresidente de Quilmes”, dijo. Luego se fue, a lo mejor, a seguir contestando…

lunes, 7 de junio de 2010

Día del periodista

Por John Carlin *

"Toda sabiduría humana se resume en dos palabras: esperar y esperanza."
Alexandre Dumas

LONDRES.-Cualquier reportero, si es honesto, lo reconoce: el periodismo es un oficio indigno. Siempre esperando, siempre suplicando. Deberían incluir en todos los cursos de periodismo unas buenas sesiones de budismo zen para que los jóvenes incautos que piensan meterse en este negocio adquieran las dosis necesarias de paciencia, filosofía, paz espiritual.
El problema es la entrevista, materia prima tan imprescindible para el reportero como el arroz para la paella, el balón para Leo Messi, el peluquero para David Beckham. Sin acceso a la gente indicada para determinada historia, no hay historia. Lo que hay es fracaso, fracaso que pude conducir al desempleo. Por eso, lo primero que se requiere para ser reportero es persistencia, admirable virtud condenada siempre a rozar la humillación. Uno llama o envía un correo electrónico solicitando hablar con alguien. Puede ser el asistente del alcalde de un pueblo de 500 personas, o el gerente de marketing de una mediana empresa de tuberías, o un ministro, o un personaje mundialmente conocido. Lo normal es que no te contesten ni a la primera ni a la cuarta o que, peor todavía, te digan: "Mañana le decimos algo". Llega mañana y no te han dicho nada. Entonces, tomas el teléfono, llamas de nuevo y más de lo mismo. A veces, al final, te dicen que sí y la entrevista se hace; a veces, acabas en nada.
El proceso es así. Pierdes el tiempo, te estresas, te desesperas, quieres matar a alguien, quieres matarte a ti mismo, te preguntas: "¿Por qué, por qué, por qué no le hice caso a mi mamá y me metí en un trabajo como Dios manda?".
Ahora, lo peor, lo peor con diferencia, es ser un periodista deportivo. O, para ser más exactos, un periodista cuyo trabajo incluye la necesidad de acceder a futbolistas de primera. Conseguir una entrevista con un jefe de gobierno o con un líder guerrillero no es fácil, pero es un juego de niños comparado con el calvario de intentar conseguirla con un chaval de 20 años que es millonario gracias a su especial habilidad para patear una pelota.
A veces ocurre que, después del denigrante proceso que acabamos de describir, te la conceden. En tal caso, es perfectamente posible que llegues al lugar indicado a la hora indicada (incluso después de tomar un avión) y te digan: "Perdón, el futbolista ha cambiado de opinión. La haremos otro día". O que, como en el 90%, tengas que esperar una o dos horas más de lo previsto para tu audiencia con el pequeño rey (porque se demoró en la ducha, porque tenía que rematar el partido de PlayStation). Y entonces, al final, cuando por fin has conquistado la gloria de tenerle enfrente, con la grabadora rodando, te transmite sin ningún disimulo la sensación de que podría estar haciendo cosas mejores (otro duelo de titanes en la PlayStation, comprarse otro Ferrari, tocarse las narices en casa). Y después, después de tragarte tanta bilis, el terrible e inevitable desenlace es que no te ha dicho nada que sea remotamente noticia, que agregue una migaja a la suma del conocimiento humano. Como el caso del jugador del Barça que hace una semana nos dijo: "Necesitamos ganar los dos partidos finales para ganar la Liga", pedazo de banalidad que dio titulares (sí, sí, a esto hemos llegado) en prácticamente todos los diarios españoles.
Hay gratas excepciones. Hay jugadores que te tratan como un ser humano. Hay incluso algunos que te dicen algo que vale la pena. Como Benoit Assou-Ekotto, francés del Tottenham, que la semana pasada le dijo a un afortunadísimo periodista inglés que su principal lealtad no era a la camiseta de su club, sino al dinero. "¿Existe un jugador en el mundo -dijo- que firma por un club y dice: «Oh, adoro tu camiseta»? Su camiseta es roja: «¡Me encanta!». ¡Qué va! Lo primero de lo que habla es dinero."
Casos excepcionales como el de este heroico, honesto y suicida francés son los que te animan a seguir en la lucha, a mantener viva la llama de la esperanza. Pero al final muere, eso sí. Muere. Y, en ese caso, no le queda más remedio al reportero que huir a la relativa paz del paro, o cambiar de bando (tomarse la venganza contra la profesión de pasarse al equipo de comunicación de un club de fútbol) o, cuando el desgaste ya ha sido demasiado y la energía y la paciencia se han agotado, encontrar la salvación en la prejubilación periodística del escritor de columnas de opinión.

*John Carlin (http://www.johncarlin.es/) es un periodista inglés que actualmente escribe para el diario El País, de España, y es autor del libro "El factor humano", sobre Nelson Mandela, que inspiró la película de Clint Eastwood "Invictus". Publicado el 7 de junio de 2010 en La Nación.

viernes, 28 de mayo de 2010

Nota: Centro de Salud Cecilia Grierson/Parte II

EL MAL FUNCIONAMIENTO DEL CENTRO DE SALUD CECILIA GRIERSON

¿Y dónde está el piloto?

A un año de su inauguración, el que debería ser el hospital del sur de la Ciudad de Buenos Aires ni siquiera tiene director. Tampoco cuenta con especialista en laboratorio, oftalmología y odontología.

POR SEBASTIAN OVIEDO

El Centro Integral de salud Dra. Cecilia Grierson, que fue inaugurado en junio de 2009 por el Jefe de Gobierno Mauricio Macri, continúa teniendo las fallas que se le achacaban en sus primeros días de vida. Si bien algunas cosas se han modificado, como mejoras en lo referente a la infraestructura, otras han empeorado e incluso, para completar el panorama sombrío, el hospital no cuenta con un director a cargo.

“Escalones” recorrió las instalaciones del Cecilia Grierson para constatar los rumores que circulaban acerca de su pobre funcionamiento y de los escasos servicios que el Centro brindaba... La realidad saltó a la vista: el lugar no tiene un director que lleve las riendas, no cuenta con especialistas en oftalmología, laboratorio y radiografía, y una de las principales funciones por la cual fue construido, la de ser un centro de vacunación para la zona, no se cumple.

Además, la gente que se atiende en el Centro es escasa. Teniendo como referencia a los hospitales más cercanos de la zona sur como el Santojanni o el Piñero, el Cecilia Grierson sólo es frecuentado por personas que requieren cuidados primarios. Es decir, el lugar lleva a cabo la misma tarea que una “salita” de primeros auxilios.

Por otro lado, y si se le puede ver un costado positivo al asunto, la infraestructura del lugar ha mejorado: baños habilitados, luz eléctrica, amplias salas de espera, agua potable y personal de seguridad son las mejoras que se vislumbran. Pero lo importante parece no aparecer…

Esta no fue la primera visita que “Escalones” hizo al Centro Integral. Pocos meses después de la inauguración, esta publicación se dirigió hacia el lugar para entrevistar al director del Cecilia Grierson, el Doctor Martín Demias. “Se está trabajando como podemos, nos arreglamos con lo que hay”, decía por aquel entonces el responsable a cargo. Pero también afirmaba que al proyecto le faltaba mucho para “satisfacer las necesidades del barrio y de la gente“.

Por ese entonces, y a pocas semanas de las elecciones legislativas, el Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, junto a su vice, Gabriela Michetti, jugaban con los equipos de odontología del hospital, el día de la inauguración. Lo que ocurrió a partir de ahí, no fue un juego.

El centro integral estaba equipado con la misma tecnología de todos los centros asistenciales porteños del mismo calibre, pero faltaban detalles, como paredes de plomo para radiología, adaptadores para las maquinas de extracción de sangre, luz eléctrica, agua corriente, teléfono, ambulancias e insumos tan simples como sellos que permitan dar importancia a órdenes médicas. Detalles que impedían el funcionamiento del mismo y hacían inútil su presencia en el barrio de Villa Lugano.

Pasaron muchos meses desde aquella inauguración, pasaron las elecciones, pasó Navidad y Año Nuevo, e incluso las Pascuas, pero la situación del Cecilia Grierson sigue como antes e incluso peor. 2010 no trajo demasiadas novedades.

A este periodista lo atendieron dos empleados administrativos que no sabían, o no podían, dar la información necesaria para saber si el hospital había evolucionado o si se mantenía como en aquel lejano junio de 2009, cuando se cortó la cinta. Estas personas dijeron que había que volver más adelante, cuando el centro tuviera un responsable a cargo.

Este lugar iba a ser el sustento de salud de Lugano, Villa Celina, Villa Riachuelo y Soldati. Ya que estos barrios se caracterizan por la falta de ayuda hospitalaria y la emergencia sanitaria es un fantasma que ronda por encima de ellos todo el tiempo.

El dinero otorgado a este proyecto era la módica suma de $50.000.000, de los cuales se utilizaron solamente $650.000, según un informe realizado el año pasado por el programa de televisión “CQC”. Entonces, se genera una pregunta: ¿A qué fueron destinados los $49.350.000 que faltan?.. Por lo que se vio, a mejorar el hospital seguro que no… A lo mejor se usaron para pagar el sueldo de los maestros… Tampoco.

Por otro lado, y reflejando la situación actual del Cecilia Grierson, una de las tantas mujeres que llevan a sus hijos a atenderse al hospital dijo: “Yo traigo a mi nene acá porque tiene bronquiolitis. Pero no me pudieron dar los remedios, ni tampoco sacarle placas. Me dieron la orden para que se las haga en el Garrahan”.

Tal vez esta mujer, que no quiso dar su nombre, no se acuerde de lo que dijo Mauricio Macri el día de la inauguración: “Era necesario terminar con la obra antes de que empiece el invierno para poder asegurar una mejor atención de las enfermedades respiratorias, especialmente la bronquiolitis”.

A todo esto se suma la promesa que se hizo en el momento del corte de cinta: la de construir un segundo edificio, detrás del actual, para realizar operaciones de alta complejidad. La realidad muestra un paisaje de montañas rusas y autitos chocadores que pertenecen al Parque de la Ciudad de fondo.